18 de julio de 2010

Michelangelo Merisi

Tal día como hoy, cocido como un langostino y terminalmente febril, dejaba este mundo Michelangelo Merisi, detto Il Caravaggio, en Porto Ercole. Intentaba la pobre criatura ganarse la indulgencia y el perdón del Papa ya que estaba en busca y captura por haberse cargado a un coetáneo en mitad de una riña tabernaria de esas que tanto le gustaban.

¿Un sorbito?

Qué decir de esta figura fascinante y desharrapada. Su carácter antiheroico, junto con esa leyenda negra que lo rodea, ejerce un atractivo innegable. La atmósfera sórdida que baña sus primeros cuadros de jovencitos medio tísicos y medio desnudos retratados como santos o héroes trasvasados a su época no es sino un reflejo de su propia -vamos a llamarlo- alma. Esa cesta de frutas que se pasa por el forro de los mismísimos la idealización de la naturaleza para retratar la podredumbre y los efectos de los insectos en la materia viva nos advierte que no va a esconder nada.


Cuando pasa a los grandes encargos de tema religioso y empieza la polémica uno no puede dejar de admirarse ante su osadía. El primer cuadro de San Mateo -tristemente carbonizado en Dresde- fue rechazado por presentar al evangelista como un cateto cuya mano era llevada por el ángel, siendo un mero instrumento de posesión; al parecer, cuando en el segundo cuadro le recortó las barbas y colocó a la intercesión divina dictando a una distancia prudente, estaba acertando de lleno.



La Muerte de la Virgen fue pintada retratando la lógica desesperación humana ante la pérdida, con llantos y desesperación, usando el cadáver de una prostituta ahogada en el río, lívido y tumefacto, como modelo; en una especie de cuartucho lúgubre donde se adivina una próspera colonia de cucarachas. Fue rechazado, aunque inmediatamente adquirido por un visionario.

En la Virgen de Loreto, los pies mugrientos del peregrino quedaban exactamente a la altura del espectador. En un ambiente donde los Carraci habían implantado la estética de la luz, el rosita y las mejillas sonrosadas, el pobre cochambroso parecía una herejía.

Plantillas DevorOlor zapatillas. ¿Zapatillas? ¡Ojalá!

En la Sagrada Familia, aparte de atreverse a sacar a la Virgen con un escote de stripper, a Santa Ana como un vejestorio amojamado y al niño con más años de lo estipulado como para andar en pelete pisando reptiles, hay una movida teológica chunguísima porque parece que es la madre la que está conminando a la segunda persona de la Santísima Trinidad a aplastujar el mal y encima es ella quien intermedia, con lo cual le montaron un pollo del copón.


Y así de día en día iba de hostia en hostia. Hay que recordar también lo del culo del caballo de San Pablo, lo bien que se le daba el gore a la hora de hacer martirios y a Pero y su padre en las Siete obras de misericordia, una historia fascinante, a la vista está por qué:

La Caridad Romana: a ver qué cara pondría la
Conferencia Episcopal si hoy día apareciese
esto en los libros de religión...

Finalmente, después de caer en desgracia y patearse media Italia pintando cuadros de decapitaciones y atmósferas más chungas que de costumbre (cámbiese "chungas" por "inquietantes", "desasosegantes" o "sobrecogedoras" si no le gusta el argot callejero), acabó sus días -supuestamente- tal día como hoy. Debía de ser un hombre insoportable, borde y agresivo, pero dicen que son efectos colaterales de tener un don, y si no que se lo digan al doctor House.

Y LA PROPINA: Caravaggio ha hecho también sus pinitos en el séptimo arte, concretamente en Bathory, una eternidad infumable sobre la famosa condesa aficionada a desangrar jovencitas. Sólo para paciencias entrenadas, ojo.

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