18 de septiembre de 2008

Teorías

Existe una línea difusa que le será familiar a cualquiera que haya tenido que enfrentarse alguna vez al arte medieval. La frontera que separa a los dos grandes estilos, románico y gótico, está llena de brumas imprecisas y opiniones encontradas. Unos lo llaman "periodo de transición". Otros, tardorrománico, y otros, protogótico.

A mí, que me gusta eso de comerme la cabeza con disquisiciones de este tipo, me llaman las tres opciones. Evidentemente, es un periodo de transición; eso es impepinable, pero las otras dos nomenclaturas designan mentalidades distintas y coetáneas. Me explico:

  • Tardorrománico: llamaré ésto a todo aquel edificio que, siguiendo los presupuestos ideológicos y estéticos del románico, incorpore alguno de los avances que conformarán después el gótico. Ejemplo gráfico, los clásicos como la colegiata de Toro y la catedral vieja de Salamanca. Son mazacotes románicos y lo defenderé hasta en el potro de tortura pero añaden un tambor horadado sustentando las cúpulas gallonadas: luz.
  • Protogótico: llamaré ésto a todo edificio que, siguiendo los presupuestos ideológicos y estéticos del gótico, conserve reminiscencias claras románicas ya sea en en tema técnico o decorativo. Ejemplo gráfico, la cabecera de la cateral de Ávila: con su doble girola y todo sigue oliendo a románico, sin conseguir el espacio ni de coña, con su estrechez y oscuridad.

Sí, son límites sutiles y jodidos de definir, pero para establecerlos hay que "oler" los estilos (y eso, coleguillas, no se aprende en la carrera, sino pateándote iglesios y piedros all around the world). La arquitectura no se aprehende mirando fotos en un libro, sino dentro de los edificios. Arco apuntado no significa gótico, pequeños neonatos; ni arco polilobulado arte islámico (¿o acaso Santiago de Compostela tiene pinta de mezquita?)

A mis queridos insensibles farloperos les costará entender que la forma de acotar un espacio incida en la manera de percibirlo, pero todo va en sensibilidades (yo, por ejemplo, no distingo un rastrojo de una verduleria reticuladensis rarísima; pero me gusta que me expliquen esas cosas y no me descojono en su cara del botánico que disfruta de su pasión por sentirme amedrentada por su conocimiento superior al mío en ese área).

La experiencia es la madre de la ciencia, dicen por ahí. Si acabas magisterio sin haberte enfrentado a una piara de niños en tu vida, vas jodido, chaval. Si sales de trabajo social sin haber pisado un poblado chabolista, ídem. Si terminas Historia del Arte y no eres capaz de filiar un edificio sin haberlo estudiado previamente, lo siento, no tienes el factor X.

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